Cultura Seitai
"Estaría bien que se alzara una exclamación paralela a la ecología.
Defender la naturaleza del propio ser humano y de cada individuo"
Katsumi Mamine
Cómo cultivar nuestra propia naturaleza a través del movimiento, cómo cultivar nuestra manifestación espontánea.
Cómo acompañar y atender nuestra propia respiración, sin pretender controlarla ni dominarla, respiración pecto ventral, entre lumbares y dorsales, respiración profunda que surge del bajo vientre cuando todo se coordina de forma natural y sin esfuerzos.
Cómo puede nuestra cabeza recuperar su posición natural, en sintonía con el resto del cuerpo, su posición en la CVP( Cabeza Vértebras Pelvis).
Cómo movernos de manera natural, respetando nuestro cuerpo y nuestro vaivén, sin esfuerzo y mediante un sincero diálogo interior.
La Cultura Seitai ofrece una rigurosa y revolucionaria propuesta a estos interrogantes que Oriente y Occidente no supieron plantear.
Deseo que todos se contagien de esta sencilla y sabia cultura, se muevan sin cesar con una mente despejada y alegre.
Más allá de las definiciones técnicas y oficiales que encontraréis sobre la cultura Seitai, me gustaría transmitiros mi propia definición según mi experiencia. Os pido por favor que dediquéis unos minutos a leer estos párrafos si queréis saber qué clase de Cultura Seitai vais a conocer y a practicar conmigo.
La cultura Seitai no tiene precedentes en otras culturas, prácticas, disciplinas, técnicas o deportes que yo haya conocido a día de hoy, bien es cierto que han surgido varias ramas y profesionales en los últimos 50 años que se han alejado de su esencia, generando confusión incluso en el propio Japón, masajes, quiropráctica, osteopatía, remedio que cura todos los males sin tomar medicamentos, etc. Nada más lejos de la realidad.
Como ejemplo muy ilustrativo, os contaré una bonita experiencia con mi profesora de japonés Naoko en Casa Asia Barcelona, a la que le hablé del Katsugen undo, práctica de la que ella no había escuchado hablar nunca. Cuando le facilité los cuatro kanjis que componen estas dos palabras( Katsugen undo) e investigó, se sorprendió al descubrir que esta práctica tenía que ver con Noguchi Seitai, que ella en Japón siempre había asociado con quiropráctica y terapia, y no con una práctica enfocada al movimiento como tal. Me pidió hacerles una pequeña demostración a ella y a mis compañeros de clase, fueron cinco minutos, pero se quedó maravillada, me dio las gracias por enseñarle algo tan bonito de la cultura de su propio país.
Sin Naoko sensei no hubiera sido posible mi viaje a Japón, ella no solo me animó a seguir mi corazón e intentarlo, sino que me puso en contacto con la escuela en la que se formó en Japón, Shinjuku SNG School, una gran escuela que facilitó y abarató mi estancia en Tokio. Gracias Naoko por mostrar interés en el Katsugen undo y por tu humilde actitud, gracias por empujarme y ayudarme con este viaje. Gracias también a Casa Asia Madrid y Barcelona por ser unos profesionales en la enseñanza de la lengua japonesa y por acompañar a sus alumnos en todo momento, a Cecille, la coordinadora, por ayudarme en todo lo que necesité, a Taeko sensei por entender mi necesidad y mi deseo, quien me ayudó con la traducción de la carta que entregaría a Hiroyuki Noguchi a mi llegada a Tokio.
La cultura Seita que fundó Haruchika Noguchi y que tuve la suerte de conocer a través de Katsumi Mamine, es lo más parecido que he experimentado desde que soy adulto, al mundo de los niños. Pone en valor y realza la espontaneidad, la naturaleza de cada uno de nosotros, el movimiento natural, la comunicación entre todos nosotros de la forma más instintiva y primigenia, especialmente en los vertebrados, y muy específicamente en los seres humanos, pero no porque seamos especiales o superiores al resto de animales, sino como animal erguido que ha desarrollado más su cerebro y que al erguirse y liberar sus extremidades superiores, ha podido elaborar herramientas cada vez más complejas, y cualquier desequilibrio en su peculiar naturaleza erguida y bípeda para desplazarse, para adaptarse al medio que le rodea tiene un gran impacto en su vida física, energética, bioquímica, motriz y psíquica.
Cómo esta estructura peculiar que nos permite mantener nuestra cabeza en equilibrio sobre nuestro eje y sin esfuerzo, que nos permite desplazarnos sobre dos piernas en posición totalmente erguida y sin ayuda de los brazos, se ve afectada por nuestra propia naturaleza, la que hemos heredado de nuestros antepasados en nuestro ADN, y al mismo tiempo condicionada por los estímulos internos y externos de la vida que vivimos desde que nos formamos en el claustro materno, y muy especialmente cuando salimos a explorar este mundo, al convivir con la propia gravedad, y con mayor dificultad a medida que pasan los años por nosotros.
Todo aquello que nos rodea, familia, amigos, educación, sociedad, cultura, pareja, trabajo, traumas, alegrías, tecnología, información, desgaste físico del trabajo, del deporte, hábitos adquiridos, tics, etc., va conformando nuestro ser, nuestros hábitos corporales, nuestra personalidad. Todo aquello que va acompañando a nuestra espontaneidad, a nuestra naturaleza, y que la complementa, en exceso también la puede dañar, arrinconar y alejarnos de ella, única, hermosa e irrepetible, haciéndonos olvidar nuestro deseo más básico y natural, aquel que nos mueve a todos en las diferentes direcciones a lo largo de nuestra vida, es decir, nos puede alejar del niño espontáneo, de nuestro niño, el que vive en cada uno de nosotros.
Todos crecemos y nos hacemos adultos, es cierto, y debemos asumirlo y aceptarlo, es una fase más, tan importante como las otras, tenemos responsabilidades, tenemos obligaciones, tenemos hijos o no, tenemos pareja o no, tenemos jefes, empleados, negocios, tenemos deudas, preocupaciones, etc., y nos enseñan que esta vida es dura y es necesario sacrificarse y sufrir para conseguir algo, y siempre hay algo que conseguir o crece en nosotros cierta insatisfacción, una y otra vez estamos inmersos en ese círculo del deseo y la insatisfacción.
Pero no nos enseñan, por lo general, y a medida que nos hacemos adultos, a cultivar la respiración, imaginación, los sueños, la creatividad, a soltarnos y ser más flexibles, a movernos sin complejos y de forma natural, a reírnos, a escuchar nuestra respiración y la del compañero de clase, del trabajo, del amigo, a observar nuestro movimiento y el de los demás, el ritmo, el vaivén, y a respetarlo sin pretender dominarlo o controlarlo, que bello es observar y sentir el movimiento de la vida, en nosotros, en los animales, en las plantas y los árboles que nos rodean, por debajo de todo ese ruido diario, del exceso de información, del bullicio de las palabras.
Qué ha sido de esa comunicación ancestral, más antigua que el lenguaje verbal y escrito, que el ser humano por mucho que haya desarrollado su cerebro, por erguido, diferente y tecnológico que sea, sigue necesitando, y precisamente por ese desarrollo tan importante del cerebro y por cómo utiliza su energía en la actualidad, especialmente en este último siglo de la revolución industrial, y en el actual siglo de la era de las redes informáticas y la inteligencia artificial, por como se está alejando el ser humano de su naturaleza, la que le ha hecho nacer y crecer, necesita más que nunca reencontrarse con ese lenguaje.
Si todo en nosotros se coordina y participa al unísono en nuestro cuerpo, y ese "todo" incluye a nuestra preciada e inquieta cabeza, volveremos a vivir y a experimentar aquello que ya vivimos cuando éramos niños, pero desde otra perspectiva, con otro bagaje, con otra experiencia y con natural flexibilidad, y como no, con el hermoso conocimiento que hemos ido adquiriendo durante esta andadura, con más sabiduría, pero en equilibrio, siempre en equilibrio, y respetando nuestra frágil pero flexible y sabia naturaleza, muy sabia naturaleza.
Así que vamos todos a movernos desde lo más profundo de nuestro ser, sin esfuerzo y con el Tenshin de los niños.